El hotel hace algo rarísimo: su patio central -alrededor del cual están los cuartos- fue habilitado como restaurante. Por ello, como los cuartos quedan a centímetros de las mesas del restaurante, se cuelan al cuarto los ruido de los comensales, sus gritos y carcajadas, el olor de la comida y la música ambiental del restaurante. Es imposible descansar en calma en los cuarto por el ajetreo incesante del restaurante. Un desastre.